Okinawa, Naha. Un joven practicante de Karate ha llegado temprano al jardín de una humilde casa del barrio de Tsuboya. Barre el suelo eliminando las pequeñas piedrecitas que luego se suelen clavar en los pies. Lo humedece un poco y luego coloca los utensilios de entrenamiento. Otros compañeros van llegando. Uno trae una larga tabla para sustituir a uno de los makiwara partido el día anterior y se empeña en la tarea.
Los alumnos más antiguos ya inician la actividad en el pequeño jardín. Los ejercicios de junbi undo y hojo undo son escrupulosamente realizados a diario. El maestro Miyagi no cesa de repetir la importancia de realizarlos correcta y regularmente. Tras esto, cada uno se enfrasca en el trabajo que tiene asignado, sin distracciones y sin desviaciones. Hace ya rato que el sensei observa el entrenamiento, primero desde el interior de su casa y ahora sentado en el exterior. En la forma de practicar de sus alumnos evalúa tanto su carácter como sus cualidades personales.
Uno de los mas jóvenes lleva un par de meses practicando únicamente el inicio del kata Sanchin. Su cuerpo se ha fortalecido en este tiempo gracias a los ejercicios complementarios. Su posición es sólida y mas segura, su respiración profunda, su concentración ha aumentado gracias a un fuerte espíritu que le ha permitido mantener su entrenamiento diario de varias horas, centrado en apenas tres pasos y dos técnicas. A pesar de haber sido recomendado para ser adiestrado, debe demostrar que será digno del esfuerzo que va a ser invertido por todos en su formación. Pronto el Sensei le enseñará el resto del kata y permitirá que los senpai le instruyan.
El resto de los alumnos mantiene un fuerte ritmo de práctica. Con el mismo espíritu que el principiante (shoshin), se esfuerzan en el dominio del kata que tienen asignado. Sus técnicas y desplazamientos, el fortalecimiento específico para algunas de sus características, las aplicaciones con compañeros, el dominio ambidiestro, y finalmente la repetición incansable del mismo kata.
No hay espejos. La concentración en las propias percepciones es importante, la mirada debe educarse y estar atenta a los detalles para captar el movimiento de los alumnos mas avanzados y sobre todo cuando el Sensei realiza una demostración. Este es un momento especial y poco frecuente. El kata es realizado tal cual es. No hay explicaciones. Es captado según el nivel de comprensión y dominio que cada uno tenga de él. Esto será muy útil en un verdadero combate. Las aplicaciones son igualmente reales. El Sensei utiliza a los alumnos mas avanzados como uke ya que son los que pueden aguantar el ímpetu de sus técnicas. Aún controladas, dejan marcas tanto cuando defienden como cuando atacan.
Finalmente el kata Sanchin reúne a todos los practicantes. Es realizada varias veces y a menudo sufriendo el shime del Sensei. Todos terminan al límite de sus fuerzas, con los hombros amoratados y cubiertos de sudor. Es hora de los ejercicios de relajación, de limpiar la zona de entrenamiento y de volver a colocar todo en su sitio.
La esposa del Sensei se acerca con una gran tetera, los alumnos se apresuran a arrebatársela y a servir una taza de té verde al Sensei y a sus compañeros. Miyagi sensei aprovechaba estos momentos para hablar sobre el Karate y su filosofía, sobre la mente, el cuerpo y el espíritu, sobre la vida y la muerte. Cae la noche, han pasado varias horas desde que se inició el entrenamiento y cada uno vuelve a su casa pensando en la experiencia vivida, y en lo que tendrá que mejorar al día siguiente.
Así era el Goju-ryu original. Esta historia debe inspirarnos en nuestra práctica personal. Es verdad que no podemos entrenar tres o cuatro horas diarias supervisados además por Miyagi sensei, pero por eso mismo no podemos perder el tiempo. Hay que atender a los tres aspectos de la práctica (Shin-Gi-Tai) en función al kata que estemos estudiando.
TAI (el cuerpo): Debemos acondicionarlo para que pueda responder a las exigencias del Kata. Quizás pida una fuerza especial en las piernas o en los brazos, o mayor flexibilidad, o resistencia. Los ejercicios complementarios y la intensa y continuada repetición de las propias técnicas mejoraran estos aspectos. No olvidemos la respiración adecuada.
GI (la técnica): Debemos dominar todas las técnicas que en el kata aparezcan (posiciones, desplazamientos, caídas, golpes, patadas, defensas, agarres y sueltas). Hacer series de repeticiones de la técnica aislada, en una posición estática o en movimiento (en línea, en cuatro u ocho direcciones), en combinación con otras, en la misma secuencia que el kata, etc. Fortalecer las superficies de contacto, aplicarlas sobre utensilios de golpeo (makiwara, saco, paos, etc), estudiar las áreas mas adecuadas para el golpeo (kyusho), la presión o el agarre, y aplicarlas con un compañero, etc. Reconocer las formas de desplazamiento, las esquivas, la utilidad de cada posición, la táctica. Estudiar y aplicar el bunkai, las múltiples variantes que nos proponga el sensei y buscar opciones personales. También debemos dominar las técnicas de ataque de uke en el bunkai. A este nivel y para su mejor comprensión no está de mas conocer el nombre de las técnicas, la historia y características del kata y como es realizado por algunos maestros.
Finalmente realizar el kata con la seguridad, que alcanzaremos por la repetición, pero también realizándola en varias direcciones, al aire libre sin referencias espaciales, o sobre un terreno desigual o entre árboles u otros obstáculos que nos obliguen a variar los desplazamientos sin perder el enbusen original del kata.
SHI (el espíritu): Si Tai es el ámbito del cuerpo y Gi es la técnica aprendida a través del cuerpo y la mente, Shi es el funcionamiento unificado de los dos ámbitos. El espíritu, lo espiritual, es algo mas que la suma de cuerpo y mente. La unificación en lo que hacemos es nuestra fuerza espiritual. Es trascender los límites que nuestra mente impone a nuestro cuerpo. Mo ichido (una vez mas) siempre es posible. Es el estado de vacío (mushin) que permite tener la plena disponibilidad de nuestras posibilidades, si vernos atados a emociones (miedo al fracaso, pánico, exceso de confianza…) y a sus manifestaciones (nerviosismo, apatía…), tampoco a imágenes mentales de nuestro razonamiento (es un adversario muy fuerte, o muy débil, o no podré o estoy “sobrado”…). Sin este estado estaremos autolimitados, no podremos usar aquello que hemos aprendido. Por ello nuestro entrenamiento del kata debe recrear lo mas fielmente posible la intensidad del combate, con consciencia plena en lo que estamos haciendo en ese momento (aquí y ahora).
El dojo es una representación de nuestra vida, y aquellas enseñanzas que adquirimos en él, al ser interiorizadas se reflejarán en cualquier aspecto de esta.
Antonio Ávila