2 de agosto de 2022
Querido Baldomero:
Hoy he tenido la gran suerte de
hacer juntos nuestro último bunkai. El destino ha querido que estuviera contigo
en el momento de iniciar tu nuevo camino para conseguir el dan más preciado, el
de la eternidad.
Recuerdo
cuando empezamos, allá por los años 90 la andadura del karate y de nuestra
amistad. Éramos unos “imberbes”, pero paso a paso, clase a clase fuimos
aprendiendo, sedimentando las enseñanzas que fuimos recibiendo, tanto de los
diferentes Senseis como de tantos y tantos compañeros, primero de Shotokan y
más tarde de nuestro Goju-Ryu.
¡Qué ganas tenías Baldo!, ¡Qué
fuerza! Cuando después de un día de duro trabajo, rulo arriba, rulo abajo,
escalera arriba, escalera abajo, ibas a entrenar y después, como si nada, te
ibas a pintar un piso en Playamar, por la noche.
Un
trabajador nato, un karateka de verdad, duro, incansable y un compañero y amigo
como nadie.
¡Baldomero!,
¡Aquí estoy!, ¿Qué necesitas?, esa era tu respuesta, para lo que fuera.
Fueron pasando los años y con
ellos descubrimos nuevas facetas tuyas:
Contando
unos chistes e historias increíbles, con esa gracia sevillana y “der” Betis,
que no se podía aguantar. Nos hiciste reír muchas, muchas veces y pasar unos
ratos estupendos que serán inolvidables e insustituibles.
En
cuanto a tu faceta culinaria, ¡ni te cuento! Recuerdo cuando nos dabas aquellas
recetas, casi siempre con garbanzos. Había que llevar papel y lápiz para
apuntarlas, sobre todo en los viajes a Murcia, cuando íbamos a entrenar o en
los nacionales.
Y
no conforme con eso, además, nos preparabas tus especialidades: Fabes
asturianes, queso de Cabrales, chorizos asturianos y ¿los gambones?, los
gambones tenías que “afeitarlos”, si no, no eran gambones. ¡Qué grande! ¡Y de
los caracoles! No creo que encontremos jamás caracoles con el tamaño estándar
de Baldo. Y de la sidra escanciada a lo asturiano por un sevillano, ¡ni
hablamos, Baldo!
Pero,
el devenir de la vida nos juega malas pasadas y por ser duro en el trabajo y
esforzarte en el karate, te fueron quedando secuelas que llevabas con total
entereza. Nunca te has quejado de los dolores que “no” tenias, en las caderas
(ya desde Shotokan), en las rodillas y en las lumbares. ¡Baldomero, andas un
poco cojo!, ¡Pues yo, no noto nada!, era tu respuesta.
Que
sepas que todos tus compañeros de la gran familia del karate nunca te
olvidaremos. Quedas como un ejemplo a seguir por tu constancia y tu
comportamiento con todos, dentro y fuera del tatami.
Seguro
que cuando vayamos a visitarte, allí donde estés, nos estarás esperando para
obsequiarnos con alguna de tus especialidades. Yo, me pido una de caracoles
Baldo, pero “así” de grandes.
Hasta siempre Baldomero, compañero,
amigo, hermano.
Carlos