Con Penelope, Natalia y Lucía |
En nuestra moderna cultura, se ha perdido la antigua
costumbre de las iniciaciones que marcaban hitos en la vida de las personas.
Solo algunas quedan como meros festejos vacíos de esfuerzo y compromiso. Las
iniciaciones conllevaban intensas y exigentes pruebas sobre lo que era
necesario conocer y experimentar para sobrevivir, en cada época y edad de la
vida. El paso de cinturones, el misogi de Enero, el Kangeiko, etc son algunas
de estas iniciaciones, que realizamos y que a criterio de cada cual pueden llegar a ser
profundas y productivas, o simples y superficiales actividades que rompen
nuestra rutina. Ya se sabe, algunos dan un plácido paseo por la playa y
encuentran conchas, otros se arriesgan introduciéndose en el mar y encuentran
las perlas.
La prudencia en la preparación de
cualquier iniciación, como lo es un examen, es aconsejable. Pero los temores
exagerados son neuróticos. El ego nos
disuade con excusas como: ¿y si no
aguanto? ¿estaré muy cansado para trabajar después? ¿y si no soy capaz? no
tengo tiempo para prepararme, no necesito cambiar de cinturón, qué tontería
hacer cosas incomodas y que no me apetecen, soy como soy, no estoy preparado,
lo tengo pensado para mas adelante, etc. Nos bloqueamos con conflictos
mentales que no son reales y que podemos evitar concentrándonos en lo que
hacemos en cada momento, sin depender de premisas ya pasadas ni de inexistentes
condicionantes futuros. Aquí y ahora somos libres de decidir, y solo aquí y
ahora.
Nuestras vidas toman forma gracias a
nuestros actos. Si decidimos seguir la vía del Karate-dô, debemos marcar
esta decisión con toda formalidad. El exámen llena este requisito. Hace que la
decisión sea real e imparte un cierto poder que sin estas pruebas, faltaría.
Llevaremos por tanto un cinturón que merecemos y que nos han reconocido por
nuestro esfuerzo. La práctica, el exámen, expresa la sinceridad de nuestro
comportamiento.
Para dar este paso, solemos tener mas
fuerza de la que creemos (física y/o mental). A nuestro ego le viene bien aparecer como un ser débil, “no se emplearme a fondo”, “guardo energía”, “debo calcular”, es
un incansable buscador de la comodidad y el mínimo esfuerzo. Si estuviésemos en
una situación al borde de la muerte, sin posibilidad de excusas, seguro que
seríamos mas fuertes.
Es verdad que no debemos pensar en los
distíntos cinturones o grados, como un objetivo, sino como un medio. No hay
prisa, hay que dejar pasar el tiempo hasta que sintamos que hemos evolucionado
los suficiente. Esto necesita de la experiencia que da el tiempo. Lo importante
es la práctica continuada preguntándonos constantemente, de acuerdo con la edad
y la acumulación de esa experiencia, como practicamos, porqué practicamos y
para qué practicamos, llevando así un rumbo fijo y consecuente con nuestros
objetivos. Deciá el maestro Yoshimitsu
Onaga “Si queremos tener un tigre, tendremos que criar un cachorro de
tigre, no uno de gato. Este cachorro es nuestra mente.”
Las graduaciones marcan el progreso
personal que el karateka va
adquiriendo a lo largo de su práctica, progreso que dista mucho de ser lineal en el Karate-dô.
Al igual que en la Naturaleza no hay linea recta, no se evoluciona sin errores,
hay retrocesos, cambios de ritmo, etc. Pero la vida como la práctica, no se
detiene. Detenerse es retroceder, es morir. Hay un dicho que reza: “No se deja de hacer Karate cuando se envejece, se envejece cuando se deja de hacer Karate”
Muchas veces hemos comparado la
práctica del Karate-dô con la imagen de un carro cuesta arriba. Siempre
hemos de estar empujándolo. A veces avanzaremos mas o mas rápido, otras menos,
mas lento o incluso nos costará sujetarlo. Pero si abandonamos, cuando volvamos
a buscar el carro, no lo encontraremos donde estaba, sino cuesta abajo. El Karate-dô
es para siempre.
Antonio Avila
Mis felicitaciones a los aprobados en el último examen de Kyu por su esfuerzo, constancia y voluntad de superación: Susana (2º kyu), Penélope (3er kyu), Natalia, Moises y Lucía (4º kyu)
Me entran ganas de apuntarme aunque un poco tarde dice mi ego. Adelante, siempre adelante. Un abrazo
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