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A la izquierda Akihiro Mieno sensei junto al maestro Eizo Fujita |
La
triste noticia del fallecimiento del maestro Akihiro Mieno llegó desde Japón
hace unos días. A pesar de solo haber recibido algunas clases de él, prácticamente
desde mis comienzos en el Karate siempre ha sido para mí una referencia y he tenido
una especial relación con su dôjô y con sus alumnos mas antiguos. Guardo
recuerdos, que por ser siempre agradables y especiales, me gustaría en estas
circunstancias y en su memoria, poder compartirlos con todos.
En el año 1976, con
catorce años, comencé a practicar en el Karate Club Málaga y apenas había
conseguido mi cinturón amarillo, una tarde, al llegar al dôjô, mi maestro, Jesús
Espiga, me advirtió: “En el tatami hay un maestro japonés. Nada mas entrar,
dirígete a él y lo saludas con respeto”. Mi curiosidad e inquietud fue desde
ese momento en aumento pues nunca había visto en persona a un karateka japonés,
es más, ¡ni a un japonés! Me puse el karategi rápidamente y entré al tatami. Mi
primera imagen del maestro Mieno fue verle golpeando el makiwara. Me impresionó
como la tabla se doblaba con sus potentes mawashi geri. Me acerqué a él y nos
saludamos. Me dirigió unas palabras en japonés, supongo que un “buenas tardes”.
Luego me quedé sentado observándole hasta que comenzó la clase.
Mieno sensei nació
en la ciudad de Oita en la japonesa isla de Kyushu en Agosto de 1946. Se inició
en el Karate Itosu-Kai con Akira Kitamura sensei, discípulo de Ryusho Sakagami
sensei, fundador de esta línea del Shito-Ryu, con el que también entrenó. Al
parecer su interés por venir a Málaga se lo inculcó un malagueño estudioso de
la cultura japonesa que conoció en Oita.
A los pocos meses
de llegar a nuestra ciudad y de compartir con él algunos entrenamientos, todos
pudimos conocer su carácter afable y abierto, ganándose nuestra simpatía y
respeto, siendo conocido por todos como “Aki”, fuera del tatami, y como sensei,
dentro de él. Aprende el español en tiempo record, llegando con el tiempo a
dominar incluso los difíciles giros y dobles sentidos propios del andaluz.
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Foto para un reportaje |
En el
Karate-Club-Málaga comenzaría a impartir sus propias clases, aunque sus mas
antiguos alumnos recuerdan los entrenamientos en su domicilio del Parque del
Sur. Formado un grupo, en 1977 decide abrir su propio dôjô, el hoy histórico
Kuro-Obi, que estuvo primero ubicado en la calle San Juan Bosco y en 1979 pasó
a su actual ubicación en la calle Federico Chueca. En este dôjô, de grandes
dimensiones, se formaron grandes karatekas con los que he tenido la suerte de
poder compartir entrenamientos y experiencias, pues aunque nuestros caminos han
sido paralelos, también muy cercanos, y en la actualidad algunos de ellos los
cuento entre mis amigos.
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Entrenamiento compartido en el dôjô Kuro-Obi |
El maestro Mieno,
“Aki”, se dedicó en cuerpo y alma a difundir el estilo Itosu-Kai, no solo a
través de la transmisión a sus alumnos de los grandes valores del Karate, sino
también con una intensa actividad en otros dôjô, en la Federación Malagueña y
en programas de divulgación. Su trabajo
en este sentido culmina cuando en 1991 creó la Asociación Española de Karate-do
Itosu-Kai.
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Mieno sensei junto a Javier Brieva en la grabación de un programa para Procono TV |
A finales de 1979
abre sus puertas el Gimnasio-Club-Brieva y Mieno sensei impartiría clases
también en este prestigioso dôjô a partir de 1980, hasta 1992, año de su
cierre. Allí tuve la suerte de verle a menudo, pues yo impartía una clase a una
intempestiva hora de la mañana, y a veces coincidía con él practicando Karate o
Kobudo, con alguno de sus alumnos o con Muraishi sensei, también profesor del
dôjô pero del estilo Gensei Ryu. El Karate de sensei Mieno era sólido y efectivo y así nos lo hacía
sentir en el kumite, pero también era generoso y paciente en sus explicaciones.
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Cuadro de profesores de Artes Marciales del Gimnasio-Club-Brieva |
En 1995, por
motivos familiares, tuvo que regresar a Japón. Ya, aquella despedida nos dejó
un gran vacío, aunque con la esperanza del reencuentro. Hoy, se ha ido definitivamente, y puedo comprender la tristeza de los que más compartieron con
él: sus alumnos y mis amigos.
Su legado no solo
queda en el recuerdo de los que le conocimos, sino también en la enseñanza viva
de sus alumnos.
Hasta siempre
Maestro…
Antonio Avila