Al igual que un bonsai es una representación en parte
simbólica de la Naturaleza, el dojo
lo es de la vida. En él podemos y debemos aprender y experimentar aquellas
actitudes y aptitudes que puedan mejorar nuestras vidas y las de los demás.
Dice un proverbio zen que“el propósito de aprender es
poner en práctica lo aprendido”.
Una de las herramientas
motivadoras que utilizamos en el aprendizaje es el examen (shiken en
japonés). El examen nos proporciona unos objetivos a conseguir en un espacio de
tiempo. Pero lo que se exige en él no son los resultados sino el esfuerzo
empleado. Podemos pensar que no es importante el presentarse o no para
conseguir un nuevo grado pero, su nivel de importancia es equivalente al
esfuerzo que le dediquemos a su preparación. Acceder a un nuevo examen no es dejar
pasar el tiempo en una práctica cómoda, monótona y sin un especial interés
personal. Es progresar, es buscar nuevos cambios en nosotros en los niveles
físico, técnico y espiritual (Shin-gi-tai).
Nuestra actitud hacia el progreso
y el cambio es fundamental en nuestra vida. Cuando nos estancamos y pensamos
que el nivel que tenemos es “suficiente” perdemos la ilusión y las excusas
pasan a dominarnos convirtiéndolas en “leyes”. La edad, la salud (también las
lesiones) y el trabajo nos proporcionan la mas amplia variedad de ellas, y
estas nos bloquean el avance, justifican nuestros fracasos y nos impiden buscar
soluciones o alternativas.
El estudio del Karate, como el de
la vida, es apasionante precisamente porque está en constante cambio. Cambian
las circunstancias de la practica porque cambiamos nosotros y nuestro entorno y
porque la experiencia y el aprendizaje nos va dando nuevas perspectivas. Lo
único inamovible es el cambio, por eso no podemos dejar de estar activos, no
podemos conformarnos o darnos por vencidos pues caeremos en el desánimo y
veremos cada vez mas borrosa nuestra razón de practicar, o de vivir (ikigai). Se dice que se envejece en el
momento en que se deja de aprender.
La vida y la práctica del Karate
deben estar en constante mejora (Kaizen),
a veces solo con pequeños éxitos que vayan asentando nuestra autoconfianza,
superando uno a uno los obstáculos,
intentándolo una y otra vez sin descanso. Esto implica autodisciplina,
constancia y objetivos.
En nuestro dojo, cuando un practicante finaliza con éxito su examen de paso de
grado, inmediatamente es “obsequiado” con el programa de su próximo examen. Y
esto es porque la mejora es para todos los días, hay que seguir al día
siguiente. Hay quien lo guarda y piensa que ya ha conseguido su nuevo grado y
se merece un descanso. Si trasladamos esto a nuestra vida diaria sería como
decir, al fin he conseguido ser padre, ahora descansaré unos meses antes de
empezar a ejercer como tal.
En la vida y en el dojo hay circunstancias que pueden
facilitar nuestro progreso, o que pueden entorpecerlo, la gran diferencia está
en la actitud que tomemos ante ellas sacando el lado positivo de ambas y
diferenciando aquellas que dependen de nosotros y sobre las que podemos actuar,
de aquellas que irremediablemente están fuera de nuestro control. El Universo
no se confabula contra nadie, depende de nosotros lo que consigamos y en cierta
manera lo que nos pase en consecuencia. Que nos caiga un tiesto en la cabeza no
tiene nada que ver con lo buenos o malos que seamos, es algo que está fuera de
nuestro control, y la causa es que estábamos debajo en ese momento, nada mas.
Por
todo esto os animo que preparéis vuestros exámenes con ánimo e interés, sin
excusas que os frenen, sino con soluciones que os ayuden. Presentarse sabiendo
que dais todo lo que tenéis y que habéis invertido el necesario esfuerzo es
garantía de éxito porque es lo que realmente se exige. Además es altamente
gratificante y motivador para nuestro progreso y autoestima. Al contrario,
hacerlo con el mínimo esfuerzo, aunque este sea suficiente para pasar las
pruebas exigidas formalmente, tendrá el efecto contrario y aunque busquemos
excusas está claro que el problema de nuestra mala actitud estará en uno mismo.
Antonio Avila