No he podido encontrar el verdadero origen de este cuento, pero en realidad, lo importante es la enseñanza que transmite:
“Un maestro colocó sobre la mesa un cubo llamando la atención de sus alumnos. A continuación lo llenó con piedras del tamaño de un puño, y les preguntó: ¿Pensáis que este cubo está lleno? A lo que contestaron unánimemente que sí.
Entonces el maestro añadió al contenido del cubo un puñado de piedras mas pequeñas y moviéndolo un poco consiguió que se introdujeran en los huecos libres. Volvío a preguntar a los alumnos si consideraban que si ahora estaba el cubo verdaderamente lleno, a lo que volvieron a contestar que sí.
A continuación el maestro volcó en el cubo una bolsa de tamizada tierra, que con unos golpes en los bordes también se integró en su contenido, e hizo la misma pregunta. La respuesta fué, definitivamente, sí.
Finalmente el maestro vertió en el cubo, una jarra de agua, y está ocupo todos los espacios libres. Los alumnos sonrieron al ver que una vez mas deberían responder que sí.
El maestro dijo: Si este cubo fuese vuestra vida ¿que enseñanza transmitiría lo que habéis visto?
Un alumno contestó: La enseñanza es que no importa cuantas cosas hay en tu vida, siempre habrá cabida para algo mas.
Interesante reflexión, dijo el maestro. Pero la verdadera enseñanza es que si no pones las piedras grandes primero, luego no podrás hacerlo y quedarán fuera del cubo. Y esas piedras grandes representan las cosas verdaderamente importantes, aquellas que al principio ya llenaban nuestra vida. Las mas pequeñas son menos importantes aunque las consideremos necesarias, y el resto, es barro.”
1983
Si recordamos este cuento al pensar en nuestra historia personal en la practica del Karate, o de otra disciplina, quizás nos demos cuenta de que hay demasiada tierra en nuestro cubo y que deberíamos soltar lastre inútil y hacer espacio para piedras grandes.
Hay personas a las que les puede dar cierto vértigo ver después de muchos años de practica su cubo vacío y prefieren tenerlo lleno de barro con alguna que otra piedra, pero lleno. El ego se apega a lo conseguido aunque sean inútiles años de práctica estancada o sin rumbo, o a grados y méritos faltos de verdadero contenido.
Quizás aún estemos a tiempo de volcar el cubo y recolocar nuestra práctica. Nos daremos cuenta que muchos aspectos que creíamos importantes no son mas que arena. Títulos, medallas y certificados se apilan en casa y no significan ya nada. Sin embargo comenzamos a recordar con mayor frecuencia determinadas enseñanzas que no tenían que ver tanto con lo buenos, fuertes o habilidosos que llegamos a ser, sino con nuestra espiritualidad, o como se dice ahora, nuestro desarrollo personal.
1980
Cuando nos hablaban de concentración, de la vida y de la muerte, de la humildad, del esfuerzo desinteresado, de la ayuda a otros o de la honestidad en la practica diaria, vemos que todo estaba encaminado a encontrar la serenidad y el bienestar tanto dentro como fuera del dojo, sin diferencias. No podemos ser uno dentro de él y otro fuera, pues como decía un maestro, la practica sería tan inútil como agitar agua y aceite a diario intentando que se mezclen. Y pensamos: “¡Vaya! parece que esto no iba de ser invencible, de tener cargos importantes o de ganar fama y dinero, sino de tener una vida mas plena”.
A mi me gusta una versión de este cuento que dice que el liquido que vertió el maestro al final era cerveza, y que al ser preguntado por los alumnos porque eligió esta bebida, el dijo: “Porque por muy llena que esté tu vida, por mucho que hayas conseguido, siempre debe haber espacio para tomarte una cerveza con un amigo”.
Antonio Avila
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