Desde que se creó el sistema moderno de grados Kyu-Dan, hasta la actualidad, muchas
voces de maestros han estado en desacuerdo con él. Por ejemplo, Miyagi sensei nunca dio un grado a
nadie. Estaba en contra del sistema de grados porque según él, esto creaba una
sensación de “inferior” y “superior” en la comunidad del Karate, y esto llevaba a la discriminación de la gente, siendo
juzgado el karateka por su grado y no
por su carácter.
Hay un dicho entre los maestros que no
ven con buenos ojos este sistema que dice que es como “juzgar el valor de un tigre por la belleza de su piel”. Lo que
reconoce un título marcial es la eficacia total e irreversible del titular en
la vida, porque la vida es un combate en todos los dominios.
En los antiguos sistemas del Bujutsu se considera un signo de vanidad
llevar una distinción, ya sea por el color del cinturón o por una vestimenda
diferente, que indique su nivel tanto técnico como humano. Si de verdad es una
persona evolucionada, razonablemente sabio y humilde, no necesita de estas
distinciones, debe ser reconocido por su comportamiento y su practica, no por
un signo exterior.
Sin embargo el
sistema de grados, es innegablemente una herramienta muy válida, sobre todo en
Occidente, para la enseñanza del Karate-dô,
fundamentalmente por la imposibilidad de mantener la tradicional relación
directa y cotidiana desde el gran maestro, cabeza de la escuela, hasta los
alumnos principiantes
Por
desgracia, las mismas organizaciones que han permitido que el Karate-dô llegue hasta nosotros a miles
de kilómetros de su origen, también han contribuido a distorsionar tanto el
proceso de concesión de grados, como la imagen que muchos practicantes tienen
de ellos.
Las grandes
organizaciones han llegado a ser tan “asépticas” que el sistema de obtención de
grados, sobre todo a nivel de dan, se
ha convertido desde un punto de vista tradicional en un trámite carente de
sentido. Si a esto unimos objetivos deportivos o económicos, creo que ya no
estamos hablando de Karate-dô.
Las
asociaciones/federaciones dedicadas al aspecto deportivo del Karate, suelen,
bajo la excusa de la “modernidad” o de la “evolución”, desligarse de los
aspectos mas tradicionales y profundos del Karate. Sin embargo, les interesa
mantener algunos como la concesión de grados, como fuente de ingresos y sistema
de control de los profesores.
Pero entonces se nos plantean varias
preguntas: ¿qué es para ellas un dan?
¿es un nivel deportivo ya que es otorgado por una entidad deportiva?. Si es así
¿por qué no se pierde cuando un deportista baja de categoría o disminuye su
habilidad como en el resto de los deportes? ó ¿qué sentido tiene el dan cuando las competiciones no se
organizan en base al grado? ¿En que otras competiciones deportivas hay dan? ¿El dan es un grado dentro de una tradición cultural? ¿Es un nivel que
reconoce el esfuerzo personal atendiendo a aspectos físicos, mentales y
espirituales? En estos casos una organización deportiva no tiene derecho a
concederlo. El grado de cada uno es algo muy personal que se relaciona con
nuestra propia evolución integral como persona que practica la Vía del Karate. Nuestro sensei nos acompaña en esta evolución y es quien mejor puede
reconocer nuestro progreso.
Las
organizaciones deportivas, solo atienden a los aspectos físicos y técnicos.
Imponen unas “normativas de examen” que permiten a una persona acceder a un
grado simplemente cumpliendo el periodo de tiempo necesario, haya entrenado o
no, o haya incrementado sus conocimientos o no, pagando sus cuotas y tasas, y
ejecutando “correctamente” aquellos ejercicios técnicos que están establecidos
para cada nivel. No es necesario demostrar progreso o dominio en otro campo que
no sea el de las técnicas que se solicitan. No es necesario ser presentado por
un maestro, basta un instructor técnico que haya conseguido su nivel de igual
manera, y esté asi controlado por la organización.
Por otro lado es inaceptable que un dan sea juzgado por gente incapaz de
tener un juicio justo sobre el candidato, su pasado, su cultura, su moralidad,
su nobleza de comportamiento, su evolución interior y su eficacia real en un
combate, y muchas veces sin el conocimiento practico de la escuela a la que
pertenece.
Sin embargo para muchos practicantes
este es un sistema que les permite ser independientes en su negocio o en su práctica,
a la vez que están cubiertos por un manto de oficialidad. Sin embargo, si un
alumno prefiere un tribunal anónimo a su sensei,
ya hace pensar sobre su mentalidad y sus “maneras”. Este sistema, muy ligado a
la competición, produce jóvenes inconscientes y vanidosos portadores de dan, que con el tiempo se convertirán en
viejos portadores de dan temerosos de
ser superados por sus alumnos, porque su poderío físico mengua, y se hacen
conscientes de sus carencias técnicas y mentales, supliendolas con cursos
alternativos de ¿defensa personal? Los altos dan aunque hayan sido competidores excepcionales no han hecho mas
que “jugar” al Karate, deben cuidar
de ser capaces de lograr cambios notables y positivos como seres humanos.
Otras
organizaciones mas tradicionales, se mantienen mas cerca del verdadero espíritu
de lo que debe ser un examen de dan,
y de los requisitos necesarios, relacionados tanto con una maestría “exterior”,
como con una maestría “interior”. El nivel de eficacia en combate puede
perderse con la edad, pero no el nivel de eficacia frente a la vida.
La otra cara
de la moneda es que estas organizaciones suelen ser “no oficiales” ya que no
aportan gloria a sus países en competiciones internacionales, solo se ocupan de
ofrecer a los practicantes bienestar, educación y el aprendizaje de un arte que
podrá darles beneficios físicos, mentales y espirituales durante toda la vida.
Esta “no oficialidad” se traduce fundamentalmente en una falta de respaldo
económico. Las asociaciones tradicionales buscan facilitar un objetivo común
fundamental: poder entrenar con un sensei
cualificado. Pero en muchas ocasiones se confunden los fines con los medios, y
unas cuotas o requisitos excesivos para acceder a los exámenes, con el fin del
mantenimiento de la organización, frenan el objetivo principal que no es mas
que avanzar en la práctica cotidiana.
Nos toca
adoptar nuestra propia postura:
La relación fundamental sensei-deshi
(maestro-discípulo), con todo lo que conlleva, es el núcleo de nuestra
práctica, y debe ser guiada por la actitud abierta, constante y dirigente del
principiante (shoshin). Los grados
son importantes, son hitos que hemos de superar, que nos obligan a dar un poco
mas, que nos sacan de la rutina y que nos abren otras puertas hacia un mayor
conocimiento. Pero la progresión que como practicantes conseguimos con nuestro
esfuerzo, reconocida por nuestro (nuestros) sensei
es mucho mas importante que cualquier grado homologado.
Antonio Avila
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