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domingo, 15 de mayo de 2016

LA DEGRADACIÓN DE LOS GRADOS



         Desde que se creó el sistema moderno de grados Kyu-Dan, hasta la actualidad, muchas voces de maestros han estado en desacuerdo con él. Por ejemplo, Miyagi sensei nunca dio un grado a nadie. Estaba en contra del sistema de grados porque según él, esto creaba una sensación de “inferior” y “superior” en la comunidad del Karate, y esto llevaba a la discriminación de la gente, siendo juzgado el karateka por su grado y no por su carácter.

Hay un dicho entre los maestros que no ven con buenos ojos este sistema que dice que es como “juzgar el valor de un tigre por la belleza de su piel”. Lo que reconoce un título marcial es la eficacia total e irreversible del titular en la vida, porque la vida es un combate en todos los dominios.

En los antiguos sistemas del Bujutsu se considera un signo de vanidad llevar una distinción, ya sea por el color del cinturón o por una vestimenda diferente, que indique su nivel tanto técnico como humano. Si de verdad es una persona evolucionada, razonablemente sabio y humilde, no necesita de estas distinciones, debe ser reconocido por su comportamiento y su practica, no por un signo exterior.

         Sin embargo el sistema de grados, es innegablemente una herramienta muy válida, sobre todo en Occidente, para la enseñanza del Karate-dô, fundamentalmente por la imposibilidad de mantener la tradicional relación directa y cotidiana desde el gran maestro, cabeza de la escuela, hasta los alumnos principiantes

         Por desgracia, las mismas organizaciones que han permitido que el Karate-dô llegue hasta nosotros a miles de kilómetros de su origen, también han contribuido a distorsionar tanto el proceso de concesión de grados, como la imagen que muchos practicantes tienen de ellos.

         Las grandes organizaciones han llegado a ser tan “asépticas” que el sistema de obtención de grados, sobre todo a nivel de dan, se ha convertido desde un punto de vista tradicional en un trámite carente de sentido. Si a esto unimos objetivos deportivos o económicos, creo que ya no estamos hablando de Karate-dô.

         Las asociaciones/federaciones dedicadas al aspecto deportivo del Karate, suelen, bajo la excusa de la “modernidad” o de la “evolución”, desligarse de los aspectos mas tradicionales y profundos del Karate. Sin embargo, les interesa mantener algunos como la concesión de grados, como fuente de ingresos y sistema de control de los profesores.

Pero entonces se nos plantean varias preguntas: ¿qué es para ellas un dan? ¿es un nivel deportivo ya que es otorgado por una entidad deportiva?. Si es así ¿por qué no se pierde cuando un deportista baja de categoría o disminuye su habilidad como en el resto de los deportes? ó ¿qué sentido tiene el dan cuando las competiciones no se organizan en base al grado? ¿En que otras competiciones deportivas hay dan? ¿El dan es un grado dentro de una tradición cultural? ¿Es un nivel que reconoce el esfuerzo personal atendiendo a aspectos físicos, mentales y espirituales? En estos casos una organización deportiva no tiene derecho a concederlo. El grado de cada uno es algo muy personal que se relaciona con nuestra propia evolución integral como persona que practica la Vía del Karate. Nuestro sensei nos acompaña en esta evolución y es quien mejor puede reconocer nuestro progreso.

         Las organizaciones deportivas, solo atienden a los aspectos físicos y técnicos. Imponen unas “normativas de examen” que permiten a una persona acceder a un grado simplemente cumpliendo el periodo de tiempo necesario, haya entrenado o no, o haya incrementado sus conocimientos o no, pagando sus cuotas y tasas, y ejecutando “correctamente” aquellos ejercicios técnicos que están establecidos para cada nivel. No es necesario demostrar progreso o dominio en otro campo que no sea el de las técnicas que se solicitan. No es necesario ser presentado por un maestro, basta un instructor técnico que haya conseguido su nivel de igual manera, y esté asi controlado por la organización.

                Por otro lado es inaceptable que un dan sea juzgado por gente incapaz de tener un juicio justo sobre el candidato, su pasado, su cultura, su moralidad, su nobleza de comportamiento, su evolución interior y su eficacia real en un combate, y muchas veces sin el conocimiento practico de la escuela a la que pertenece.

                Sin embargo para muchos practicantes este es un sistema que les permite ser independientes en su negocio o en su práctica, a la vez que están cubiertos por un manto de oficialidad. Sin embargo, si un alumno prefiere un tribunal anónimo a su sensei, ya hace pensar sobre su mentalidad y sus “maneras”. Este sistema, muy ligado a la competición, produce jóvenes inconscientes y vanidosos portadores de dan, que con el tiempo se convertirán en viejos portadores de dan temerosos de ser superados por sus alumnos, porque su poderío físico mengua, y se hacen conscientes de sus carencias técnicas y mentales, supliendolas con cursos alternativos de ¿defensa personal? Los altos dan aunque hayan sido competidores excepcionales no han hecho mas que “jugar” al Karate, deben cuidar de ser capaces de lograr cambios notables y positivos como seres humanos.

         Otras organizaciones mas tradicionales, se mantienen mas cerca del verdadero espíritu de lo que debe ser un examen de dan, y de los requisitos necesarios, relacionados tanto con una maestría “exterior”, como con una maestría “interior”. El nivel de eficacia en combate puede perderse con la edad, pero no el nivel de eficacia frente a la vida.

         La otra cara de la moneda es que estas organizaciones suelen ser “no oficiales” ya que no aportan gloria a sus países en competiciones internacionales, solo se ocupan de ofrecer a los practicantes bienestar, educación y el aprendizaje de un arte que podrá darles beneficios físicos, mentales y espirituales durante toda la vida. Esta “no oficialidad” se traduce fundamentalmente en una falta de respaldo económico. Las asociaciones tradicionales buscan facilitar un objetivo común fundamental: poder entrenar con un sensei cualificado. Pero en muchas ocasiones se confunden los fines con los medios, y unas cuotas o requisitos excesivos para acceder a los exámenes, con el fin del mantenimiento de la organización, frenan el objetivo principal que no es mas que avanzar en la práctica cotidiana.

         Nos toca adoptar nuestra propia postura:



 


La relación fundamental sensei-deshi (maestro-discípulo), con todo lo que conlleva, es el núcleo de nuestra práctica, y debe ser guiada por la actitud abierta, constante y dirigente del principiante (shoshin). Los grados son importantes, son hitos que hemos de superar, que nos obligan a dar un poco mas, que nos sacan de la rutina y que nos abren otras puertas hacia un mayor conocimiento. Pero la progresión que como practicantes conseguimos con nuestro esfuerzo, reconocida por nuestro (nuestros) sensei es mucho mas importante que cualquier grado homologado.


Antonio Avila

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