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domingo, 16 de diciembre de 2018

CENA DE NAVIDAD 2018



Ayer celebramos la cena de Navidad. Un año mas que se acaba y que culmina con esta reunión de amigos. Un año fructífero en el que hemos entrenado juntos, asistido a cursos y organizado todo tipo de actividades.


He de agradecer a todos mis alumnos la confianza que depositan en mi y el cariño que  me transmiten en ocasiones como esta. También por todo aquello que aprendo de ellos tanto dentro como fuera del tatami. Unas veces por lo que me enseñan directamente y otras por los retos que plantean haciendo que me mantenga atento y activo en mi propia instrucción.
Recibiendo regalos. Gracias por el esfuerzo de todos.











Carolina me dedicó unas bonitas palabras

















Son el alma del dôjô y cada uno da su especial aportación para convertirnos en el fantástico y variopinto grupo que somos.

Este año de nuevo hemos crecido, tanto en número como en experiencias, lo que nos mantiene en movimiento y motivados para seguir caminando.
José Antonio y su diploma que le acredita como el alumno que mas
ha entrenado en el año.

Si quieres hacer algo rápido es mejor hacerlo solo, pero si quieres hacer algo grande es  mejor hacerlo con otros.  Nosotros ya tenemos algo grande y gracias al apoyo mutuo, cada uno podrá llegar tan lejos como se proponga tanto en el Karate como en el camino vital que propone ().

Decía un maestro que tener amigos y discípulos te da la gran oportunidad de tocar el corazón de los demás con el arte del Karate-dô, pero sobre todo, de conocerte a ti mismo.

De nuevo, gracias a mis alumnos y amigos por este año redondo y vamos con fuerza a por el que viene. Ganbatte!!!












domingo, 2 de diciembre de 2018

ENCUENTRA TU IKIGAI EN EL DÔJÔ ( 生き甲斐)


Decía el maestro Shigeru Egami “Me gustaría enseñar a la gente que no pueda encontrar el sentido de la vida, a los que están pasando la vida sin hacer nada, que hay un camino como este” (Karate-do sen mon kai ni okuru, Kudansha, Tokyo, 1970)


La palabra Ikigai puede ser traducida como “lo que tiene valor en la vida”, por lo que realmente vivimos. Ya sabemos que al ser preguntados por ello hay cosas evidentes o solo políticamente correctas para contestar: los hijos, el trabajo, el amor, etc. Pero la contestación no viene de lo evidente sino de una profunda y continuada observación y reflexión sobre nuestras vidas. Quizás lo que nos hace felices sea una actividad “sin importancia” o “sin provecho”, o una “gran empresa”.   Son “actividades”, porque necesitan actividad, hay que practicarlas de forma que cuerpo y mente se fundan por completo, unificándonos, haciéndonos vivir en el presente, donde el tiempo deja de tener sentido.

Decimos que nuestro objetivo en la vida, lo que todo el mundo busca, es la felicidad. Pero ¿que cosas nos hacen realmente felices? Por otra parte la felicidad no es un estado permanente sino una tendencia que depende principalmente de nuestra actitud.

Para reconocer lo que nos hace felices y hallar los recursos necesarios para mantener esa tendencia a ser feliz, puede ser de ayuda nuestra práctica del Karate-dô. Porque al dôjô de Karate no solo venimos a aprender a defendernos, venimos a aprender cosas de la vida.
Un dôjô (literalmente “el lugar del camino”) es un lugar donde cada uno de sus miembros son parte de él y así lo sienten, hasta el extremo de que el dôjô se encuentra donde ellos estén. Como en una familia, se celebran los grandes o pequeños logros de todos, pero también las pequeñas cosas como compartir una cerveza, una conversación o hacer una fiesta por la entrada de la primavera. También se comparten las dificultades en la práctica y, en la medida de cada cual, las de la vida cotidiana. Igual podemos pedir consejo para mejorar la práctica como para resolver un problema. Pues como decía el maestro Funakoshi, no debemos pensar que el Karate está solo en el dôjo. 

El reunirse para sudar y esforzarse juntos en las sesiones de práctica crea un gran espíritu de colaboración mutua. Las experiencias en el tatami dan un grado de confianza que ni siquiera se consigue con muchos de nuestros familiares y amigos. Con asiduidad se comparten y se trabaja la gestión de todo tipo de emociones y estados de ánimo como el miedo y la inseguridad, la alegría, la satisfacción, la auto-superación, la pereza, la motivación...














Las sensaciones del entrenamiento deben lograr un balance positivo, aunque no siempre estén exentas de mucho esfuerzo y perseverancia, e incluso a veces de sufrimiento y dolor, pues no hay equilibrio si solo buscamos la experiencia de lo positivo y agradable. En la tradición zen se dice que no debemos perseguir un objetivo o un provecho en el entrenamiento (mushotoku), ni juzgarlo como bueno o malo, solo realizarlo de manera sincera estando presente, disfrutando el momento. A un buen amigo le preguntaron el porqué practicaba el arte de desenfundar el sable (Iaidô) si en la sociedad moderna era algo inútil. A lo que él le contesto: “Pues por eso”. El Iaidô, como el Karate en alguno de sus aspectos, es un arte practicado por sí mismo, que ayuda a “cortar” los objetivos del ego y que se disfruta al margen de que no tenga sentido o valor para otros o que no tenga reconocimiento social. Pero aún así, hay siempre un sustrato de disfrute y satisfacción personal que nos motiva.
Un elemento importante del dôjô es el Sensei. La palabra sensei significa literalmente “el que ha nacido antes”, actualmente mas en el sentido de que ha comenzado antes en el camino del Karate. Su papel tiene que ver en primer lugar con la motivación de los alumnos, acompañándolos en su recorrido y planteándoles nuevos retos. En un arte eminentemente práctico su experiencia es fundamental pues nadie da lo que no tiene, ni enseña lo que no sabe. Cohesiona el dôjô siendo uno de los puntos de referencia donde todos pueden ver un ejemplo de lo que dice. El sensei mantiene su “espíritu de principiante” (soshin) aprendiendo siempre de sus alumnos y de sus maestros, pues no se puede hacer algo grande solo, y no  venimos al mundo a competir, sino a ayudarnos los unos a los otros. Aprecia y hace apreciar el esfuerzo tanto de los superdotados como el de los menos dotados, así como el valor de las tareas o habilidades mas simples cuando son llevadas a la perfección. El sensei no busca de sus alumnos ningún reconocimiento, son estos los que le ofrecen su respeto por lo que ven en él. El sensei quiere para sus alumnos lo mismo que para él: Personas cuya presencia no se note, pero su ausencia se sienta.
Ichi go, ichi e” es una frase proveniente de la ceremonia del té (Cha no yu) que reza: “una vez, un encuentro”, en referencia a la importancia de cada instante al no ser este repetible. En la práctica del Karate-do se necesita esta actitud especial. Es necesaria la búsqueda de la plena consciencia en lo que se hace, primero en el dominio de nosotros mismos (el objeto principal de estudio) atendiendo a nuestros aspectos físicos, técnicos y mentales (shin-gi-tai), condición indispensable para poder dominar a un oponente en un combate o en cualquier aspecto de la vida ("Conócete primero, luego conoce a los demás".). Por ello todo lo que hacemos, hasta el más mínimo detalle, hasta algo que puede parecer sin importancia, puede convertirse en un apasionante trabajo. Así, en Japón, actividades tan simples como preparar un té, han llegado a la categoría de camino espiritual.
El estudio del Karate-dô es para siempre” . Esta es una frase recurrente en nuestra práctica. Tras muchos años en el Karate-dô cada vez es mas percibido por el karateka como un arte o una filosofía práctica, de hacer lo que decimos, lo que tiene mucho que ver tanto con su grado de conocimiento y dominio, como con la profundidad de su práctica. El Karate-dô nos hace adquirir una serie de hábitos que nos motivan a mantener nuestra actividad y a disfrutarla hasta el final de nuestros días, dando sentido a todos los estadios de la vida. Al principio la motivación está en el aprendizaje, independientemente de la edad a la que se comience y de las expectativas que se tenga al hacerlo. Al final, en devolver el esfuerzo invertido por nosotros y por otras muchas personas en nuestra instrucción, influyendo en el ambiente de los demás a través de nuestra actitud positiva ante la vida y la ayuda a los otros compartiendo nuestra experiencia. “Cambia el mundo, cambiando tu mismo”, es una máxima zen. Compartir con las siguientes generaciones trasciende la importancia de una persona y es un generoso acto que puede convertirse en Ikigai.
En japonés la práctica se denomina “keiko”, que se traduce como “reflexionar sobre el pasado”. Cuando solo miramos hacia delante creamos un mundo de inseguridades, pues no sabemos porque pasan la mayoría de las cosas. Pero si miramos hacia atrás con atención conoceremos el porqué. Todas las acciones en Karate, empiezan y terminan con un saludo (rei). Un saludo consciente que reconoce que presto toda mi atención al otro, a los objetos de entrenamiento o al dôjo mismo. Es el reconocimiento de que son dignos de respeto, pero también simboliza que comenzamos las cosas adecuadamente, al igual que las finalizamos, pues lo que mal empieza...

Cada sesión de Karate empieza y termina con mokuso, “mirar en silencio hacia el corazón”. Es un momento meditativo, de concentración interior, que nos desconecta de la carga mental que traemos y nos da un ritmo mas pausado y natural. Porque el Karate se hace de forma continua y pausada, aunque las sesiones puedan ser intensas. El Karate es como el agua hirviendo; si no la mantienes al fuego, se enfría. No se practica con una visión de corto plazo para satisfacer necesidades inmediatas como nos tiene acostumbrados la sociedad actual.
El Karate se puede seguir practicando aunque no tengas grandes cualidades, aunque no llegues a conseguir un alto grado, siempre alguna razón te mantiene y te da motivos para estar orgulloso de tu trabajo, pues estás en un medio en el que ves que las reglas que determinan el éxito o el fracaso no dependen de lo que crean los demás, y no te evalúas en función de conseguir objetivos sino de mantenerte en el camino. Dicen los psicólogos que la gente feliz planifica acciones, no resultados. También descubrimos que nuestro grado de Karate, nuestra posición social, nuestro poder económico o nuestro aspecto físico, no representan lo que uno verdaderamente es.  Todos en el dôjô merecemos el mismo respeto y aceptamos nuestro lugar en él con humildad, entendiéndola no como la creencia de que uno es menos, sino como la de que tampoco somos más.

En Karate entrenamos descalzos. Aunque lo hacemos en el medio seguro de un dôjô, nos desplazamos sintiendo el suelo bajo nuestros pies, como un regreso a nuestros orígenes. ¿Desde cuándo no andas descalzo? Es frecuente el llevar nuestra práctica a la playa o la montaña donde elementos como la respiración, las sensaciones y la concentración se integran con la Naturaleza. La total desconexión con el medio natural o solo “de visita” nos priva de un gran elemento de disfrute vital. Reconectar con la Naturaleza, es reconectar con nuestra propia naturaleza.
Dice un proverbio zen que  el propósito de aprender, es poner en práctica lo aprendido, por ello el Karate-dô “tradicional” por contraposición al deportivo, pone especial énfasis en estas cuestiones mas que en la defensa personal en sí, aunque no siempre son evidentes para todos los alumnos, pues es importante el nivel de comprensión de cada cual.  Si el objetivo  de la enseñanza es pelear o competir, el entrenamiento va dirigido a este fin, pero si el objeto de estudio somos nosotros mismos, el entrenamiento es diferente, y esto es lo que diferencia al Karate llamado tradicional.
Por todo esto creo que el dôjo es un lugar adecuado para la búsqueda del Ikigai personal, da herramientas para encontrarlo sea dentro o fuera del Karate-dô. El éxito en tu vida depende principalmente de tu actitud ante ella, no de tu “éxito” profesional, al igual que en el dôjô depende de la que tengas en la práctica diaria no del cinturón que luzcas.


Y hagas Karate-dô o no, recuerda que sonriendo siempre se aprende más.

Así que, ¿a qué esperas para buscar tu Ikigai?


Antonio Ávila










KEIKO EN MÁLAGA


De nuevo hemos compartido entrenamiento con los compañeros del Gimnasio Record de Málaga.



















En esta ocasión en torno al estudio del kata Seiyunchin.



















Sensei Antonio Avila ilustrando uno de los movimientos del kata

Como siempre una agradable experiencia.

AMGK
















lunes, 19 de noviembre de 2018

NUEVO DOJO IOGKF EN VALENCIA




Este fin de semana viajamos a Valencia para asistir a un entrenamiento de cinturones negros dirigido por el sensei Luis Nunes.


Sensei Luís en un momento de la clase
El lugar de entrenamiento fue el nuevo dojo afiliado a IOGKF España donde ha comenzado a impartir clases David Olmeda sensei y que se encuentra en Carrer de l´Antiga Senda d´En Senent.

Raúl Ruíz, Antonio Avila, José Díaz y David Olmeda




Desde aquí le deseamos mucha suerte en su empresa.

Antonio Ávila

lunes, 5 de noviembre de 2018

OKINAWA NO HAKA ( 沖縄の墓): LAS TUMBAS DE OKINAWA



Aprovechando estas fechas, trataremos un tema afín a ellas como son las tumbas. En este caso las tumbas de Okinawa (Okinawa no haka).




La antigua religión autóctona de las islas Ryukyu se caracteriza por el culto a los antepasados, las relaciones con los muertos, con los dioses y con los espíritus de la Naturaleza. En la tradición de Okinawa, cada ser humano tiene un espíritu, mabui, que se llama ichi-mabui, durante la vida y shini-mabui después de la muerte y que habita en el mundo de los vivos, por lo que los antepasados deben ser honrados para tener una buena relación, que además asegure buena suerte y protección a los vivos. Los altares en las casas recuerdan a diario esta obligación, así como el mantenimiento de la tumba familiar a la que todos acuden en determinadas fechas del año.

En las historietas que tenían la función de introducción a los primeros libros de Karate que en los años 70 leíamos con deleite, se decía que el Karate como arte secreta, se practicaba entre otros sitios en las tumbas. Sin conocer cómo eran estas, se hacía difícil imaginar la práctica encima de una lápida incluso de un solo karateka, y menos cual era la ventaja de hacerlo allí. 

Cementerio cerca de Fuzhou (China)

Las tumbas, en japonés haka () tiene un diseño especial en Okinawa, por ello son llamadas también kamekohaka (亀甲墓) o kamenuku (en uchinaguchi) o “tumbas en forma de tortuga” que fueron introducidas desde Fujian a partir del siglo XVII. El origen de las kamenuku es pues chino y aún pueden encontrarse además de en Fujian, en Hong-Kong y Taiwan.

Tumba en Fujian
















La versión china mas antigua reproducía fielmente el caparazón de una tortuga. En el lugar donde se ubicaría la cabeza, se colocaba el nombre del difunto sobre una lápida vertical. Esta parte frontal disponía de un área acotada por un pequeño murete lo que le daba al conjunto una forma de herradura y que según las leyes del Feng Shui protegía a la tumba de los "vientos nocivos".

Templo taoísta de la "Nube Blanca". Beijing, China
La utilización de la tortuga en relación al enterramiento ya se utilizó en China desde la dinastía Han (206 a. C. hasta 220 d. C.). Esculturas de tortuga servían como el marcador de la tumba, y soportaban estelas con relatos de los grandes hechos de la vida del difunto. Posteriormente se utilizaban simplemente cerca de las tumbas de emperadores y dignatarios, como estelas conmemorativas de algún hecho importante. Las imágenes más antiguas eran más fieles a la fisonomía de una tortuga, pero posteriormente se fueron sustituyendo por tortugas-dragón que representaban a Bixi ( ), uno de los nueve hijos del mitológico Rey Dragón chino. Tener al dragón y la tortuga era una garantía de protección. Todas estas esculturas son aún en día tocadas por los visitantes para atraer la buena suerte, pues la tortuga siempre ha sido una animal espiritual y de buen agüero.
Una leyenda popular china cuenta que las columnas del "Templo del Cielo" de Beijing tenían como base tortugas vivas, pues podían además de soportar la carga vivir durante milenios sin comida ni aire, preservándolas así de la humedad.
Muchas son las teorías de porqué se utilizó esta forma de tortuga, entre ellas que este animal como símbolo de longevidad procuraría larga vida a los descendientes del difunto o a el espíritu de este. Según una antigua leyenda, la tortuga tenía el don de encontrar siempre un lugar propicio para morir. También que el caparazón era una representación del Universo o que las tortugas eran seres  poderosos que podían llevar cargas pesadas en sentido estricto y figurado. 

Maqueta de kamekohaka del Museo de Naha
En las antiguas tumbas de Okinawa se mantuvo el diseño general chino,  incluso se usó fielmente, llamándose tooshi, pero eran demasiado pequeñas para ser usadas como lugar de  enterramiento familiar por generaciones, por lo que se hicieron bastante mas grandes, al igual que el recinto semicircular o rectangular ante la entrada, que servía para las celebraciones que incluían la visita de los  parientes. En estos recintos era donde se decía que se practicaba el arte de la lucha, pues se consideraba peligroso visitar una tumba de noche, sobre todo si no era de la propia familia, por lo que los cementerios eran lugares bastante seguros para practicar en secreto. La estructura general de estas tumbas en Okinawa se considera que tiene forma de útero, simbolizando la rueda de la vida, al retornar en la muerte al lugar donde se inició la vida.

Tumba real de Ryukyu. Siglo XIII
En Okinawa hay otro tipo de haka en forma de casa (ie-gata) que hasta el siglo XIX estaba restringida a las familias nobles y que en la actualidad, construidas en hormigón, son las mas comunes en los cementerios.

Cementerio de Shikina en Naha, el mas grande de Okinawa, ocupando casi 10 hectáreas.
Paseando por el cementerio de Shikina
Las tumbas solían agruparse cerca de la costa o en laderas de montañas frente al mar, hoy en día pueden encontrarse en los lugares más insospechados, incluso dentro de los centros urbanos.   
Vista desde la tumba de Chojun Miyagi sensei
Cementerio visto desde un dojo en Urasoe
En cuanto al ritual de enterramiento, tradicionalmente el ataúd del fallecido permanecía en la tumba durante algunos años, o en una cámara llamada shiruhirashi, que a veces se situaba frente a ella. Una vez descompuesto el cuerpo, los huesos eran lavados en un ritual llamado senkotsu y depositados definitivamente en la tumba dentro de una urna-jarrón de barro llamada zushigame (厨子 ) o jiishi-gaami ( ).  No obstante este rito del lavado de los huesos se repetiría durante 33 años hasta que el alma no tuviese necesidad de ellos, por haber encontrado su sitio en el más allá.
Urna funeraria en forma de santuario del tipo ishi-jiishi, por estar hecha en caliza coralina.
Nakagusuku
Después de la guerra se impuso la incineración sobre estos ancestrales rituales, almacenando los restos de los familiares de varias generaciones así tratados (funishin) dentro de las tumbas, aunque aún, sobre todo las personas mayores prefieren la antigua costumbre.


Si bien las celebraciones pueden variar de una isla a otra, además de  incorporar o no algunas venidas de Japón, las principales ceremonias relacionadas con las tumbas suelen consistir en reuniones familiares ante ellas, donde se ofrecen flores, incienso, awamori y comida, y se dedican oraciones a los ancestros, pasando un “día de campo” junto a sus antepasados. Es el caso del Juuruku Nichi (antepasados en el Año Nuevo), que se celebra el 16 de Enero.
Celebrando el Shiimi-sai. Años 50.
El Shiimii, en Abril, consiste en una visita a la familia del padre. También se celebra el kami-ushiimii, cuando todos los familiares de los fundadores (jiinchu) de familias ampliamente extendidas se  reúnen para comunicarse con sus antepasados comunes. 


El 25 de Junio tiene lugar el Kashichii, donde se ofrece arroz al vapor con frijoles rojos a los antepasados en agradecimiento por una buena cosecha. También se puede celebrar en agosto.

Shichigwachi o "Séptimo Mes", es el mes de los muertos, por lo que matrimonios y otras celebraciones son tabú en Julio. El día 7 se celebra el Tanabata (Festival de las Estrellas) donde las familias de nuevo visitan las tumbas con ofrendas para invitar a los antepasados a la fiesta del Obon que se celebra en la siguiente semana, y que es la fiesta principal, pues se cree que los antepasados se unen a sus parientes vivos. Las oraciones y ofrendas se hacen  tres veces al día. El primer día del Obon se llama unkee y se limpian el altar de la familia y las lápidas y se coloca incienso, frutas y caña de azúcar. Cerca de la medianoche del tercer día (uukui), la gente tiene una reunión de despedida para sus antepasados. Una especial y abundante comida se elabora para esta ocasión. Entonces, incienso y papel moneda, llamado uchikabi (en representación de dinero para el mundo de los muertos) se quema. .
Con el bailes Eisa y e sonido de sus tambores termina el Obon

Para terminar, aunque las tumbas reales del Reino de Ryukyu, necesitan un capítulo aparte, aquí veremos solo dos sitios fáciles de visitar si viajamos a Naha.

El Sogen-ji antes de la guerra.
El Sogen-ji, que fue un templo budista que se edificó mientras reinaba Sho Shin, concretamente en torno al año 1477. En 1496, se convirtió en mausoleo real, ya que se trasladaron allí las lápidas de los reyes del Reino de Ryukyu. Cumplió esa función hasta el año 1521, cuando los restos mortales de los reyes comenzaron a enterrarse en el mausoleo Tamaudun. 
Interior del Sogen-ji. 2008.
El templo Sogen-ji quedó completamente destruido en la batalla de Okinawa, y sólo quedaron algunos muros de piedra y el triple arco de piedra de la puerta. 

Tamaudun
El Tamaudun (玉陵) o “tumba del emperador”, cercano al castillo de Shuri, se edificó en el 1501 por el Rey Shō Shin (尚真王) en piedra caliza, para dar cobijo a los restos de su padre, el Rey Shō En (尚円王), convirtiéndose en el Mausoleo Real para la Segunda Dinastía Sho.

Dispone de tres cámaras mortuorias, que en el momento de su construcción original tenían un techo de madera. La sala del medio (Shiruhirashi) era donde permanecían los cuerpos hasta que éstos se pudrieran y así poder limpiar los huesos. Una vez hecho esto el ala oeste (izquierda) se dedicaría para el rey y la reina, y el ala oeste para la familia real. Encabezan la tumba un león y una leona de piedra, que mantenían alejados a los malos espíritus.


Durante la Segunda Guerra Mundial las tumbas fueron destruidas casi en su totalidad y después de la misma, restauradas. En el año 2000 fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

Antonio Ávila